Daniel Prieto: "Para un bordador la parte económica es efímera, pero las obras quedan para toda la vida"

En toda la provincia de Huelva, hay aproximadamente uno, dos o, si se apura, tres bordadores. Y muchos se imaginarán a la figura de un hombre o mujer de mediana edad pero, Daniel Prieto, de tan solo 28 años, lleva desde los 14 dedicándose a una labor artesanal ancestral que requiere técnica, disciplina y "devoción", como él mismo asegura.

Me recibe en su taller, un universo donde conviven sobre la pared cuadros de imágenes de Vírgenes, fotos de sus trabajos más elaborados, bastidores con bordados e, incluso, una suerte de altar con candelabros y decoraciones doradas sobre una ornamentada repisa de madera pulida.

Son las 9 de la noche y acaba de llegar al taller. Viene de su floristería, el segundo de sus negocios que, intuyo, podría ser más fructuoso que el de los bordados: "En este trabajo la parte económica pasa a un segundo plano... Lo económico es efímero, pero las obras bordadas quedan para toda la vida".

Sentado sobre su mesa de trabajo, teje minuciosamente con oro fino -un hilo cubierto con oro de 18 quilates-, un nuevo diseño para el estandarte de la Coronación de la Virgen de la Bella: "como ves, esta es la corona de la Virgen", señala sobre el dibujo trazado en papel de cebolla, que le sirve de guía.

Sus primeros trabajos surgieron cuando tenía tan solo 14 años, cuando, por mera afición, empezó a crear diseños para una virgen pequeña que tenía. Esa curiosidad y deseo por explorar el mundo de los bordados fue madurando hasta que decidió formarse profesionalmente en el taller Grande de León de Sevilla, en el que mujeres bordadoras le ayudaron a perfeccionar la técnica.

La Semana Santa es una de las etapas más prolíficas de su oficio, ya que muchas Hermandades desean estrenar nuevos diseños bordados que llevarán lustrosos las Vírgenes y Santos durante las procesiones de esos días señalados.

Aunque la labor de los bordados discurre, prácticamente, durante todo el año: "La gente que no está puesta en este mundo piensa que los meses previos a la Semana Santa es cuando más trabajo hay, pero no siempre es el periodo más fuerte".

De hecho, además del guión de la coronación de la Virgen de la Bella, acaba de entregar un manto para la Virgen de la Armagura de Huelva que se coronará en junio, o también un banderín para el grupo joven de la Hermandad del Rocío de Lucena del Puerto.

Desde enero a diciembre, pasan por sus manos sayas, mantos, estandartes, banderines o faldones con diseños que normalmente facilitan las hermandades, y sobre los que Daniel trabajará ensartando hebras doradas, cuentas y pequeños ornamentos.

Pero si tiene que mencionar un trabajo que ocupe un lugar especial en su corazón, ese es el manto que elaboró para la Virgen de la Bella. Su confección le llevó un total de 2 años y medio, en los que admite que estuvo bordando todos y cada uno de los días.

¿Y qué trabajo ha sido tu mayor desafío? Señala con el dedo, volviéndose, a la fotografía que tiene justo detrás: es la Saya de la Virgen de La Paz de Utrera, el trabajo más meticuloso al que se ha enfrentado: "eran piezas muy chiquititas, un trabajo muy minucioso".

A esto, le pregunto para asegurarme si una saya es, efectivamente, una falda. Me responde que sí, pero me avisa: "no se te ocurra poner falda", con un desparpajo que le sale natural.

Todo este saber hacer y conocimientos, que ha ido adquiriendo durante años, ha sido recientemente avalado con el distintivo de “Andalucía, Calidad Artesanal”, que le fue otorgado por la Junta de Andalucía el año pasado.

En Huelva, es el único que lo ostenta, garantizando la elaboración artesanal, la calidad, la procedencia de los productos artesanos y la diferenciación de su labor en el mercado.

Al hilo, el mismo no tarda en reconocer: "No en todas las comunidades hay un nivel ni un arte, ni tampoco gente que se dedique puramente a este trabajo". Para culminar diciendo: "Estos trabajos los da la Semana Santa y gracias a Dios no faltan".