
(Silverio Victoria) El ser humano es un experto en postergar, es decir, en ir dejando para luego aquello que tendría que haber hecho o empezado a hacer ya.
Cualquier persona que me lea sabrá que esto que digo le ha pasado más de una vez. Es más, en España hay incluso un refrán que refiere y señala esta particular tendencia a los «luegos»: «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» es el refrán al que me refiero. Y como somos como somos, lo referimos de forma irónica y le cambiamos el sentido, con la intención de sonreír con sarna y hasta jactarnos cuando nos llaman la atención ante nuestra dejadez: «no dejes para hoy lo que puedas hacer mañana».
Y es que posponer las obligaciones suele ocurrir porque uno tiende a pensar que todavía hay tiempo, porque en ese momento concreto no apetece hacer nada o porque simple y llanamente pecamos de vagos más veces de las necesarias.
Pero claro, llega fin de año y nos olvidamos de dejarlo todo para después. Nos llenamos de buenos propósitos e intenciones para el año entrante que, interna y calladamente, sabemos hipócritamente que no llevaremos a buen fin. En ese momento nos ponemos formales y empezamos a decir que vamos a ir al gimnasio, que aprenderemos algún idioma, que haremos ese viaje que nos debemos, que acabaremos los estudios, que dejaremos de fumar o que emprenderemos cualquier otra idea que se nos ocurra prometer.
Y esto nos ocurre una vez y otra porque eso de procrastinar (qué palabra más rara y difícil de pronunciar) es algo inherente al humano, como las excusas y justificaciones que sólo nos las creemos nosotros mismos. Quizás se deba a que tendemos a evitar conductas que sean vistas cómo a aburridas, improductivas o incómodas, aunque no sea así. Y eso hace que tendamos a realizar actividades lúdicas, entretenidas y cómodas de realizar.
Las verbalizaciones del tipo «es que ahora estoy cansado», «más tarde me pongo porque tengo tiempo» y/o «no pasa nada porque descanse 1 hora» las decimos con naturalidad y nos creemos y autoconvencemos de que es correcto lo que hacemos.
Procrastinar: qué palabra más rara que he tenido que aprender ahora, no luego, pues es ahora cuando tenía que escribir este texto.