Inteligencia Emocional

¿Nuestra forma de ser, conductas y estilo de vida podrían influir en nuestro bienestar y salud?

Está claro que nuestra personalidad nos define, pero ¿qué define nuestra personalidad? Se trata de una de las ramas más frondosas en el gigantesco árbol de la Psicología, e investigaciones reveladoras como la emprendida por la Dra. Mercedes García –directora del Instituto Psicobiológico– han puesto de manifiesto la estrecha relación que tienen la personalidad de cada uno, el bienestar y la salud, especialmente en una muestra realizada con jóvenes de 20 a 30 años que arroja conclusiones reveladoras.

Podría definirse la personalidad como las “diferencias individuales en variables psicológicas (inobservables) y conductuales (observables) que, además, exhiben estabilidad tanto temporal como contextual” (Maltby et al., 2013). La personalidad explica, por ejemplo, por qué una persona responde diferente que otra ante la misma situación.

La Dra. García expuso en el Máster en Inteligencia Emocional , Psicología positiva, Neurociencia, Salud, Coaching y estudio científico de la felicidad la conocida teoría de los Cinco Grandes (Big Five), uno de los modelos más extendidos para evaluar la personalidad de cada sujeto. Los Cinco Grandes se refieren a los factores globales de personalidad, que a su vez contemplan facetas que ayudan a definir a una persona.

Estos ‘Cinco Grandes’ son el Neuroticismo, la Extraversión, la Apertura, la Amabilidad y la Responsabilidad, o, por sus siglas en inglés OCEAN (Openness to experience, Conscientiousness, Extroversion, Agreeableness, Neuroticism). No sería tan sencillo descifrar la personalidad del sujeto si sólo se tuvieran en cuenta estos factores, y para ello los cinco grandes se subdividen en facetas, y, a su vez, éstas en rasgos.

A partir de todos estos elementos se interpreta la personalidad del sujeto, y sólo por ejemplificar el gran número de variables que se maneja, en el caso del factor Neuroticismo (inestabilidad emocional) existen seis facetas, subdivididas a su vez en rasgos. Así, la faceta ansiedad comprende los rasgos aprensivo, nervioso, temeroso, voluble, tenso; la faceta depresión incluye la culpa, vergüenza, melancolía, soledad y desánimo. Otras facetas son la ansiedad social (incomodidad con otros, sensible al ridículo, sentimientos de inferioridad); la impulsividad (no tener control de impulsos y tentaciones); y vulnerabilidad (incapacidad de combatir el estrés).
Sin profundizar demasiado en las facetas y sus rasgos, los ‘5 Grandes’ –que se plasman en un test, realizado siempre por un profesional de la Psicología- pueden resumirse de la siguiente manera:

Neuroticismo: en puntuaciones altas, el neuroticismo conlleva la inestabilidad emocional, e incluye factores tales como la ansiedad, depresión, hostilidad, impulsividad… tienen tendencia a la hipersensibilidad emocional y predominan las emociones negativas.

Extraversión: especialmente en puntuaciones altas, nos señala la tendencia a emociones positivas. Entre las facetas se encuentran la cordialidad, la asertividad o el gregarismo.

Apertura a la experiencia: define la personalidad de las personas que desean aprender cosas nuevas y vivir experiencias, con gran interés, curiosidad e imaginación. El extremo opuesto serían las personas cerradas a experiencias y vivencias nuevas, fieles a su rutina. Aquí entran facetas como la fantasía, las ideas y los valores.

Amabilidad: referida a la cooperación con otras personas, ser simpático, tolerante, comprensivo, etcétera. Todo lo contrario con las personas conflictivas, propensas a la discusión, el debate y el enfrentamiento. Altruismo, confianza o actitud conciliadora se encuentran entre las facetas.

Responsabilidad: personas disciplinadas, con tesón, centradas en sus objetivos, caracterizadas por ser organizadas, metódicas y por su capacidad de concentración. Incluye factores como la competencia, orden y la disciplina. Es un buen factor para conocer los recursos con los que cuenta el sujeto, o al menos así lo siente. Iría de la mano con la sensación de competencia o autoestima.

Para la correcta comprensión de la personalidad de cada individuo, no basta con realizar el test y saber interpretarlo bien, sino que además resulta fundamental complementarlo con una detallada entrevista en cada sujeto, al objeto de cotejar todos los parámetros que se han obtenido, conocer sus puntos de vista, vulnerabilidades y fortalezas, su estilo de vida, etc. En la investigación llevada a cabo por la Dra. García, a cada individuo se le extrajo una muestra de sangre y fue analizado su sistema inmunitario y endocrino.

 

Batería de ensayos inmunológicos y del sistema neuroendocrino

El tipo de personalidad asociado a la conducta y el estilo de vida de cada sujeto puede incidir sobremanera en el bienestar y la salud, entendiendo la salud como “bienestar físico, mental y social”, según la acepción que propone la OMS –no solamente es carencia o ausencia de enfermedad–. La investigación empírica llevada a cabo por la propia Dra. Mercedes García –bajo la dirección de los catedráticos Fernando Colmenares y Mónica de la Fuente– arroja conclusiones reveladoras, y para este estudio se ha incluido una batería de ensayos inmunológicos y del sistema neuroendocrino in vitro, que “refleja la eficacia funcional de los grandes grupos celulares implicados en la respuesta del sistema inmunológico (neutrófilos, linfocitos y células Natural killer) y del sistema neuroendocrino (adrenalina, noradrenalina y dopamina y cortisol). La evaluación de esta actividad funcional ha permitido obtener un ‘perfil’ inmunológico de la respuesta del individuo en una serie de indicadores que han mostrado una estrecha relación con el bienestar y la salud en la muestra de jóvenes” (García et al., 2015).

Estas conclusiones se extraen de la investigación emprendida por la Dra. Mercedes García, con la que evaluó la personalidad, bienestar y salud de 246 jóvenes de entre 20 y 30 años y su incidencia en sistemas esenciales como el inmunitario y endocrino.

De esta manera, una persona con altas puntuaciones en inestabilidad emocional (neuroticismo), poca tolerancia al estrés o tendencia hacia la ansiedad es más propensa a ver alterado y perjudicado su bienestar, y la Dra. García subraya que ciertas conductas, la autoestima –baja en este caso– y emociones negativas pueden determinar ciertos estilos de vida que podrían correlacionarse con un deteriorio a nivel de bienestar y salud en el individuo. Este deterioro se ha demostrado en los jóvenes, siendo la juventud ya de por sí un factor de protección. Por tanto, ¿qué podríamos imaginar con el devenir de los años?

Teniendo en cuenta estos argumentos y las conclusiones de la investigación, resulta esencial una buena formación en Inteligencia Emocional multidisciplinar con el objeto de obtener verdaderos beneficios en relación con uno mismo y con los demás.

Dicho de otro modo, no tenemos por qué sentirnos ‘condenados’ por nuestra forma de ser, ya que es posible adquirir herramientas con estrategias emocionales que ayuden a convertir las vulnerabilidades en fortalezas y oportunidades, poder definir un nuevo estilo de vida que propicie las relaciones sociales, ayude a resolver conflictos y a ser más libres para decidir sobre nuestro camino de desarrollo personal, todo ello esencial para favorecer el bienestar y salud.

Como lo expresa la propia Dra. García, “es importante que las personas adquieran conciencia del impacto que la conducta, las actitudes y los estilos de vida tienen sobre su bienestar y salud y de los que nos rodean (…) Conocer por qué somos como somos y qué determina nuestras conductas habituales, nuestra forma de ser, sentir y vincularnos nos hace más inteligentes emocionalmente, y por tanto más libres para decidir sobre nuestro camino de desarrollo personal”.


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