En estos días, quienes pasamos por las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Huelva recibimos una noticia triste. El fallecimiento de Francisco Javier González Mora, profesor de Derecho Administrativo en esta facultad. La tristeza no llega por el hecho lógico del fallecimiento de alguien, sino de por quién era ese alguien. Para muchos otros compañeros, aparte de mi, el Profesor Mora nos abrió los ojos a una faceta del Derecho para nosotros aún desconocida. La calle. La realidad. Lejos de las sesudas discusiones intelectuales y abstractas, que poco o nada te preparan para el ejercicio de la profesión de abogado.
Y más en una asignatura como Derecho Administrativo que, por su misma naturaleza, tiende a la aridez y a la dificultad, pese a su utilidad para el ejercicio y del alto grado de solvencia jurídica que se adquiere cuando se domina. En aquel tiempo, con veinte años y adentrándonos en un mundo del que no sabíamos nada, Francisco Javier González Mora nos mostró de qué va esto del Derecho de verdad. De las consecuencias reales que tienen las leyes y su aplicación. De la necesidad de estar atentos a lo que pasa en el mundo para poder dar una respuesta adecuada ante el problema que se nos presente. Y, especialmente, ante los muy frecuentes abusos de la Administración Pública, que anula la capacidad de respuesta del ciudadano ante un pretendido poder omnímodo.
Aunque las ramas del Derecho que manejo en mi ejercicio son otras (Derecho Penal y Derecho de Familia), sus enseñanzas sobre cómo navegar entre las bravas aguas de la Ley y no ahogarse en el intento las sigo teniendo presentes. Tan claras como el primer día. Una carencia suplida con creces en una carrera que adolece peligrosamente de enseñanza práctica que luego pagan los alumnos recién graduados.