Tela de araña

Explicar con palabras de este mundo

que partió de mí un barco llevándome…

Con estas palabras de Alejandra Pizarnik comienza el libro de María Luisa Domínguez Borrallo y uno no puede dejar de preguntarse ¿adónde, adónde nos llevan los barcos y los trenes que parten de nosotros y se hacen Bósforo, Antillas, Mar de los Sargazos, Kamchatka, Escombreras o Puerto Limón?, ¿adónde nos lleva la autora para explicar con palabras de este mundo, su universo particular, su periferia, su intemperie personal?

Tela de araña es un libro dividido en cuatro secciones. Podrían ser cuatro libros perfectamente, pero hay una sintonía en todos ellos, algo que los une y los enreda.

Entre mis redes, Memoria, Resistencia y Declaración de intenciones. Poemas breves, lacerantes, punzantes, escritos desde la herida, desde el grito, a veces ahogado, la intimidad del ser mujer, la sustancia del ser humano en medio de la vida. Poemas llenos de munición de mujer, disparados desde un asombro y una ingenuidad, a bocajarro…

Los gritos y los orgasmos que se quedaron en la garganta

y debieron salir…

María Luisa Domínguez Borrallo es una poeta huracanada, llena de un ímpetu permanente, que contagia, con la necesidad de buscarse en los ecos y en las resonancias de la vida. La experiencia le ha procurado aciertos e intuiciones. Rebelde, inconformista, directa, sabe muy bien manejar el lenguaje adelgazando las sutilezas para que se hagan como dardos puntiagudos.

Cautelosa unas veces, explícita en otras, la autora juega con las metáforas, que son imágenes cabales, cercanas, llenas de complicidad, plausibles y verificadoras de vivencias universales, pero propias. Amor, desamor, dolor, herida, sentido de la existencia, muerte y compromiso son algunos de los temas que trata. En el interior hay mucho más, desdibujado, como una amalgama, una red que se teje con el hilo de lo que es la vida. Una Tela de araña en la que la autora juega los diferentes papeles que se encarnan en esa imagen: la del insecto atrapado, la de la cazadora que espera en una esquina del tiempo, la de la propia red llena de nudos, o incluso la de las gotas de rocío que llenan la madrugada de diamantes en ese lienzo perfecto y tangible que es la cotidianidad.

Sensibilidad desbocada, detrás de imágenes bellísimas…

La lluvia ha secuestrado

las lágrimas de la hierba

esta mañana de febrero.

Alguien ha robado mi inocencia.

Poemas personalísimos escritos con los cordones umbilicales que nos unen a la vida. Nos atan, nos amarran.

No sé por qué de golpe

vuelven todos mis hijos pródigos

a reclamar su parte de la herencia.

Camino arrastrando

los cordones umbilicales de todos ellos.

Desde las grandes y graves certezas…

De la vida no se puede salir ileso

nos labra la piel…

Arrojando verdades como piedras a los charcos…

Ver la verdad en tu cara

para compartir mi verdad contigo,

o vestirnos y fingir que aquí nunca

ha ocurrido nada.

Con la constante de la búsqueda, el camino, el proceso, sobre la espalda…

Ser velero desorientado

que sin miedo ni conciencia

le abre las venas a la noche.

Desde la política de lo irremediable…

De las flores que pisamos

siempre nos acompaña su aroma.

Desde la voluntad quebrada…

El silencio tras la rotura de una rama

nos dice que en algún lugar de la noche

nos faltaron cielos con los que soñar.

Con la verdad y los desaciertos de la mano…

Hay cierta belleza en el desastre,

quizás por eso nunca fracasamos del todo.

Escribo desde un lugar que no conozco,

sin embargo, me es tan familiar

ese estremecimiento.

María Luisa Domínguez Borrallo sorprende gratamente con imágenes muy poderosas lanzadas al almizcle de la noche para que brillen con esa luna sabia que pasa por los cielos onubenses…

Los versos debieran escribirse sobre la nieve,

sobre la espuma del mar,

sobre el capricho de una nube, sobre la carne.

Hay alguien que ha entrado en nuestros sueños y ha secuestrado nuestra infancia, o como dice la autora: Alguien ha robado mi inocencia. Nos queda el grito o la búsqueda. Tenemos toda la vida por delante para recuperarla cuidando al niño, a la niña, que una vez fuimos. Aunque, a veces, de la infancia pueden salir cosas que en nada la ennoblecen y que nos marcan de por vida:

Juegan,

los niños juegan a cortar

las alas de las mariposas,

las patas de los saltamontes.

La curiosidad cruza el límite

para adentrarse en un experimento cruel.

Los niños juegan

sin presagiar el desastre.

Sabe la autora que el aprendizaje es siempre vital y de por vida, que de lo que se trata es de hallar un lugar en el que sentirse a salvo, de todos los demás lugares…

Las palomas volaron sin rama de olivo

y ya no hubo tierra donde estar a salvo.

Y es a partir de las experiencias, que aprendemos…

Hay un sedal en la orilla, y un pez que ya sabe

lo que duele un anzuelo en la garganta.

Y es que, es la rudeza y la crueldad la que más nos enseña de nosotros mismos…

Las flores arrancadas

tienen la mala costumbre

de gritar a ciertas horas

de la noche.

Porque como dice la sabiduría de la experiencia:

El precio de la vida

siempre lo cobra la muerte.

La historia termina

cuando el león logra convencer al cordero

y se lo come.

María Luisa Domínguez Borrallo desarrolla en sus poemas una trama orientada a decir y a decirse, lo cual es connatural a todo empeño poético. Ella asume así todo un aprendizaje cotidiano que conforma nudos y amalgamas forjando una madurez que le expone al mundo con la única defensa de su lenguaje.

Ningún instrumento podrá aprisionar

la música que nace del viento.

Era yo quien convocaba a la lluvia

mientras tú citabas a los dioses

del desierto y de la arena.

Es en las orillas de la vida donde se compone la canción que pone en sus versos…

El tiempo se detiene en una canción de Leonard Cohen

Deparando imágenes bellísimas:

Saber que la ceniza

tiene su propia belleza

cuando se extingue el fuego.

Y la vida giraba

mientras yo soplaba dientes de león.

Con juegos de palabras que crean un ritmo con el que nos invita a bailar en medio de un tiempo de recuerdos…

Era la era un círculo perfecto,

un lugar sagrado donde se aventaba la paja…

y mi abuelo era el dios que juzgaba en su templo.

De pequeña me ensucié el vestido

las veces suficientes para ser feliz,

de mayor no he querido ensuciarme las manos

ni la conciencia por las mismas razones.

En resumen, un lenguaje propio, macerado con el carácter y la vivencia

y una inteligencia creadora digna de elogio. Como la propia autora dice:

Es innegable que del otro lado nada regresa siendo lo mismo. Y tiene razón, porque la experiencia que aporta el compromiso cotidiano del vivir es el andamio en el que la vida se forja y se construye cada día.

Un gran libro de una autora que tiene experiencia y proyección.

Iosu Moracho Cortés

Tela de araña de María Luisa Domínguez Borrallo, Editorial Amargord.

Pamplona – Iruña Octubre 2022