De entre la larga lista de artistas que pasaron por el Club Raúl, Rocío Jurado fue, probablemente, la que ocupara el lugar más especial en el recuerdo del empresario: “Para mí lo más grande de todo es la amistad que tuve con Rocío Jurado”. Una amistad poderosa que queda reflejada en el museo Castillo de Lepe, en la que la imagen del empresario y la artista sobresale a gran escala frente al resto de retratos.
Su amistad con ella comienza la primera vez que vino a actuar a Lepe, en pleno despegue de su carrera artística. Por esa primera actuación, cobraría 300000 pesetas. Y luego repetiría en el club siete veces más “hasta que el último año llegó a cobrar 8 millones”, concede Raúl.
La primera vez que vino, Rocío Jurado se presentó en su casa de La Antilla con un chaval, “con el que parecía que estaba saliendo”. Se trataba del boxeador onubense Pedro Carrasco, el campeón del mundo de boxeo. Da la casualidad que tanto Pedro como Raúl ya se conocían, porque Raúl había sido profesor en Alosno -ciudad natal del boxeador-, “y además, éramos los dos aficionados a la caza”.
Atravesando toda España desde Vitoria, el plan era pasar el día por la zona antes de la actuación de la noche. Para “recargar pilas”, Raúl los llevó a comer al restaurante Feria, y allí degustaron un festín de marisco y productos de la costa: “A Rocío Jurado le encantaba la gamba blanca de Huelva”. Y, curiosamente, también los chistes de Lepe: “Me pedía que se los apuntara en papel para llevárselos”.
Antes de la actuación de por la noche, Rocío le preguntó por un hotel para descansar un poco, a lo que Raúl ofreció a la pareja su casa, ya que estaban solo él y su mujer. Y, en una de las últimas habitaciones de la casa de Raúl, con cama de matrimonio y vistas al mar, la pareja durmió la siesta desde las cinco hasta las siete de la tarde: “Ella estaba maravillada por haber dormido al lado del mar”.
Con todo, ese día representaría el inicio de “una amistad terrorífica”, basada en el cariño y la admiración mutua. Cuando le pregunto a Raúl qué es lo que más apreciaba de su amistad con la más grande, no duda en contestar: “Me veía y me abrazaba hasta morir”. Un vínculo especial que quedará sellado para siempre en el recuerdo de Raúl.