La venganza de Don Mendo

Me ha venido a la memoria en la sesión plenaria de la investidura de Pedro Sánchez, una especie de trampantojo abocado a un resultado convenido previamente en Bruselas, la obra de teatro llamada la Venganza de don Mendo con la que Muñoz Seca inauguró el género estilístico denominado astracán y que pude ver no hace mucho en lectura dramática con actores de primer nivel, Alterio, Dani Rovira, Pastora Vega y otros, en el Ateneo de Madrid.

Desde el lugar en el que se arbitran las soluciones de nuestra País, es difícil entender que no se apliquen los principios constitucionales en todo lo relativo al fluir de nuestra democracia. La configuración de los valores de la contemporaneidad en la faz de Europa se configuró a finales del siglo XVIII. Aparece así la naturaleza antropológica de la ilustración donde el nuevo arquetipo humano es el del hombre de bien, armonizando siempre la felicidad con la moralidad. A partir de entonces, la libertad, el progreso y esta felicidad se concilian a través de la razón. Por lo tanto, este nuevo paradigma le atribuye al ser racional una importante autonomía moral.

El testigo lo recoge en la centuria decimonónica el gran Alexis de Tocqueville y abunda en que la pasión por la igualdad debe estar siempre en el centro de todas las cosas. Asistimos al nacimiento del Liberalismo y con ello a los Estados Nación en detrimento del Antiguo Régimen. Es lo que hemos heredado y es el espíritu de grandeza que evoca nuestra Constitución que, a su vez, se inspira en las anteriores promulgadas a lo largo de dos siglos.

Pues ahora hemos asistido y se ha consumado todo lo contrario con el negocio, no acuerdo, de esta investidura, porque se ha comprado a cambio de una impunidad. Este nombramiento nos viene porque se ha ignorado la separación de poderes y se ha quebrado la igualdad de los españoles ante la ley. Y todo, por hacer de la necesidad del sillón de la Moncloa, virtud egocéntrica que justifique un atropello. El desgastar nuestra democracia desde la institución del Estado es algo muy grave y difícil de remontar luego.

Pedro Sánchez se ha investido como una especie de mesías a lo progre que anuncia una tierra prometida y trasnochada y que no es más que un apocalipsis adelantado y distraído por sus cambios de opinión. Se erige como un profeta de los menesterosos y como un Longinos de los acaudalados. Reducido al absurdo por el discurso de un proletario de salón, un agitador escéptico de una república invisible y un actor de cine de fotograma decadentista. Ha probado con ser la medida de todas las cosas, como buen Sofista griego. Le ha dicho adiós a Montesquieu, a la socialdemocracia. El bien común lo ha opacado y la justicia social negada. Vamos, un utilitarista de la ley en toda regla y la maneja a su antojo, que es lo verdaderamente grave de este asunto.

Su actitud está pulida por el ordeno y mando. O estás conmigo o contra mí. Si te mueves, no sales en la foto. Como no estéis de acuerdo con lo que yo digo os levanto un muro que el de Berlín se va a quedar en una tapia. Y cosas sorprendentes como estas. Por eso la autocrítica no está organizada para él, es algo deshilachado en un país que solo existe en su imaginación. Y arremete con todo lo que le chirríe en los oídos; esta amnistía será la sentencia de muerte del régimen del setenta y ocho, o aquella otra; el PSOE es un partido que ha cambiado su alma. A todo esto, ni mu. Son las reflexiones de socialistas históricos a los que considera amortizados, aunque sean opiniones del más puro socialismo ideológico, el de la foto de la tortilla en los pinares de Coria o el del Congreso de Suresnes.

Lo ha recordado Carlos Mármol, a su organización política la ha embarcado en El Holandés Errante y vaga por los mares y océanos. Así también lo creo yo, pero sin leyenda y sin ópera de Wagner, como si fuera un fantasma inaveriguable. Es lo que me trajo con fluidez la obra de teatro la venganza de Don Mendo del escritor del Puerto de Santa María. Con esta investidura Pedro Sánchez se ha vengado de si mismo y de paso ha acabado con un periodo apasionante de la historia de España, llevándose también por delante a su propio partido. Todo esto lo veremos próximamente en las elecciones europeas, cuando se exprese en las urnas la voluntad del pueblo.

Manuel García Félix

Alcalde de La Palma del Condado

Diputado del PP en las Cortes Generales por la Provincia de Huelva

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