WWF rechaza el plan del Gobierno de Sánchez de destinar las aguas del Guadiamar a la agricultura intensiva que "amenaza" Doñana

La organización pide al MITECO que no se recrezca la presa

del río Agrio y reclama los aportes del Guadiamar "para sus históricos propietarios", la marisma del espacio natural protegido

N. Acedo

De que las marismas de Doñana se secan, tras una década sin años húmedos, advirtió hace unos días el coordinador de WWF España para ese espacio natural, Juanjo Carmona, desde este diario. Hoy su organización avisa de otra "amenaza" tan nítida para ellos como un recuerdo inventado: “Además de estar asediada desde el oeste por la agricultura intensiva bajo plástico con miles de hectáreas de fresas y frutos rojos” que han mermado los acuíferos, ahora Doñana se enfrenta al riesgo de que “cultivos de tomates, frutales, leñosos o algodón se expandan sin control desde el norte y transformen las últimas marismas”. Por ello, WWF se opone al plan del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) del Gobierno central que coordina Pedro Sánchez de “destinar las aguas del Guadiamar a la agricultura intensiva” y le pide que “abandone” las propuestas de “recrecer la presa del río Agrio -afluente del Guadiamar-” y que “no permita el reparto" de esas aguas entre los cultivos intensivos de su cuenca, tal como prevé el actual borrador de Plan Hidrológico del Guadalquivir.

La entidad conservacionista explica a través de una nota que “históricamente los principales aportes a las marismas procedían de las aguas superficiales que llegaban por el norte desde el Guadiamar” a través del Caño de éste y el Caño Travieso, pero tras sucesivas actuaciones desde los años 70, “el agua fue secuestrada gradualmente para alimentar la agricultura intensiva y el corazón de Doñana pasó a depender de forma casi exclusiva de la suerte de unas lluvias anuales cada vez más irregulares y escasas debido al cambio climático, como reconoce la propia Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG)”. En ese escenario, la revisión del Plan Hidrológico del Guadalquivir para el periodo 2021-2027, redactada por la confederación, ente dependiente del MITECO, en periodo de consulta pública, plantea recrecer la presa del Agrio “con la justificación de recuperar los acuíferos sobreexplotados”, pero para WWF esta obra, que tendrá un coste de unos 50 millones de euros, “en realidad permitirá consolidar y expandir los cultivos intensivos en las marismas del norte de Doñana” en un contexto de “cambio climático”. Algunos de ellos, añaden, ya se han puesto en marcha, otros están en fase de proyecto, y algunos más “se van a desarrollar en fincas que han sido condenadas en firme por el Tribunal Supremo por extraer agua ilegalmente del acuífero” que abastece al parque, lamentan.

Para WWF es inadmisible que, pese a que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha condenado recientemente a España por incumplir sus obligaciones en la conservación del espacio natural, la CHG “no asegure los caudales superficiales necesarios del río Guadiamar” para nutrir a Doñana. En ese punto, proponen que el ministerio destine los fondos públicos a arrancar “con urgencia” un “plan ambicioso” para “salvar las marismas” que incluya “el retorno de los caudales del Guadiamar, la restauración integral de su cuenca en la zona de la marisma y la inclusión en el espacio protegido de áreas como los Garridos, Veta Alí o Cochinato, situados al norte del parque nacional”.

Momento "decisivo"

Juan Carlos del Olmo, secretario general de WWF, lo tiene claro: “Reclamamos las aguas del río Guadiamar para sus históricos propietarios, la marisma de Doñana y su amenazada biodiversidad”. A su juicio, en “un momento decisivo en la historia” del coto, el MITECO “debe decidir entre salvar las marismas o consolidar el regadío intensivo a las puertas del humedal más importante de Europa y Patrimonio Mundial de la Humanidad”. “Si las aguas del Guadiamar se otorgan ahora para regar algodón, melocotones o tomates”, cose, “los cultivos llegarán hasta el límite del parque nacional, destrozarán valiosas marismas y se consolidará una situación que será casi imposible de revertir en el futuro, lo que supondrá un auténtico punto de no retorno para Doñana”. La resaca metálica de las actuaciones que temen “colocaría el último clavo al ataúd que se viene construyendo desde que se cortó el Caño del Guadiamar y se impidió que la marisma se relacionara con el Guadalquivir, condenándola a depender de unas lluvias cada vez más escasas”, concluye.