Informes del Foro Económico Mundial subrayan las competencias en Inteligencia emocional para la educación y la vida profesional, dotando a las personas de habilidades como la empatía, el liderazgo, el autoconocimiento o el trabajo en equipo

¿Cómo prevenir el ‘analfabetismo emocional’?

La Inteligencia emocional, esa imprescindible capacidad de gestionar y regular las emociones propias y ajenas, comprende un gran número de habilidades que cada vez son más valoradas en el mundo de las organizaciones y las empresas. El propio Foro Económico Mundial ha puesto el acento en varias ocasiones en la importancia de la Inteligencia emocional, considerada como habilidad clave del siglo XXI para la consecución de mejores personas y mejores organizaciones y profesionales (informes New Vision for Education: Fostering Social and Emotional Learning Through Technology y The Future of Jobs, ambos de 2016).

El mundo emocional es muy amplio, pero sin duda uno de los campos más interesantes y sobre el que cada vez se investiga más es el de la Educación emocional. Tenemos que ser conscientes del valor que las emociones tienen, para bien y para mal, y por esta razón resulta imprescindible fomentar una educación emocional que implique a tutores, padres, profesores, etc.

En uno de los artículos que se publican en el Foro de Davos, referidos al citado informe, se destacan cuáles son las habilidades que deben tener los estudiantes del siglo XXI. La economía digital en evolución requiere una formación que vaya más allá de la capacitación técnico-profesional, y eso lo proporciona la Inteligencia emocional. Y es que quienes buscan empleo en la actualidad tienen que reunir una serie de cualidades básicas para poder colaborar, comunicar y solucionar problemas, habilidades desarrolladas principalmente a través del aprendizaje social y emocional.

El ‘aprendizaje socioemocional’ otorga al sujeto una serie de cualidades positivas en su personalidad-carácter, tales como el liderazgo, la adaptación, la persistencia o iniciativa, la curiosidad, la comunicación, la creatividad o la capacidad de solucionar problemas.

Las habilidades del siglo XXI pasan por competencias emocionales como la empatía, la autoestima, la resolución de conflictos o el entusismo

Lo que hay que evitar a toda costa es lo que el catedrático de Orientación Psicopedagógica de la Universidad de Barcelona Rafael Bisquerra, llama “analfabetismo emocional”, y para ello deben fomentarse las competencias emocionales básicas desde tempranas edades –en los ámbitos más puramente educativos, que son el colegio y el hogar– . Competencias fundamentales para el hombre y la mujer del siglo XXI, como son la empatía, el equilibrio, la autoestima, el autoconocimiento, la resolución de conflictos o el entusiasmo.

El Dr. Bisquerra, precisamente, forma parte del equipo docente multidisciplinar del Máster 2018-19 en Inteligencia Emocional, Psicología positiva, Neurociencia, Ciencias de la Felicidad, el Bienestar y la Salud. Para Bisquerra la Educación emocional, o saber gestionar las emociones, ayuda a reducir el estrés, la violencia o hábitos como el consumo de drogas.

Otro de los integrantes del equipo docente, la nueva incorporación de Francisco Mora, catedrático de Fisiología Humana y experto en Neuroeducación y Neurociencia, ha investigado acerca del funcionamiento del aprendizaje en nuestro cerebro, y de qué manera influyen las emociones en el proceso. La conclusión a la que llega el Dr. Mora es clara: el cerebro necesita de la emoción para aprender, e incluso para fijar una memoria.

La regulación emocional en las nuevas generaciones

El Máster en Inteligencia emocional multidisciplinar aporta al alumno competencias teóricas y prácticas en el campo de las emociones, redundando positivamente en el autoconocimiento y la autoestima, actitudes, la personalidad y la calidad relacional, así como sus bases biológicas.

La formación del Instituto Psicobiológico supone una visión holística que hace hincapié en la necesidad de integrar perspectivas desde la Neurociencia conductual y la Psicología del bienestar y la salud, con otras aproximaciones emergentes más centradas en lo mental y lo trascendental de la naturaleza humana.


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